miércoles, 20 de abril de 2022

Encuentros con Escritores Docentes 2022- Día del Libro

Encuentros con la Escritora Docente Isabel Asensi Lidon, 21 de abril.

Los Musicatos: un mundo de fantasía

  • Isabel María Asensi Lidón propone una aventura para lectores de entre ocho y diez años

  • Los Musicatos son seres diminutos de gran cabeza redonda que habitan un pueblo llamado Langleik cuya vida está regulada por la caja de música, que inunda el entorno de luz y vitalidad. La tranquilidad marca sus existencias hasta que un día la caja desaparece. Comienza entonces una aventura llena de sorpresas para estos personajes que nacen de la imaginación de Isabel María Asensi Lidón, que debuta en la literatura con esta historia para niños de entre ocho y diez años que acaba de publicar Babidi-Bú Libros y que esta tarde (20:30) celebra su presentación en La República de las Letras.

    Con ilustraciones de la propia autora, maestra del CEIP Nuestra Señora del Rosario de Montoro, Los Musicatos (y la caja de música) es "una historia que habla del trabajo del equipo y de no perder nunca la esperanza y luchar por aquello que deseamos". Además, "pretende transmitir valores como la amistad y el respeto". "Yo pienso que los personajes son entrañables y se hacen querer. Y he intentado combinar la aventura con un toque de humor", señala la escritora.

  • https://www.eldiadecordoba.es/ocio/Musicatos-mundo-fantasia_0_1143185809.html



  • Resumen Yolanda Montero Calvo

Los Musicatos

Había una vez un pequeño pueblo llamado Langleik en el que vivían unos seres diminutos, con una gran cabeza redonda y enormes pies. Eran conocidos como “Los Musicatos”. Los Musicatos se encargaban de custodiar el tesoro más preciado de Langleik: una caja de música. Era una caja mágica. Al abrirse, hacía que amaneciera y todo se llenase de luz y vida y, al cerrarse, llegaba la noche y todo se quedaba tranquilo.

Pero, un día, cuando el sol se hallaba en todo su esplendor, de repente, oscureció. Los Musicatos se preguntaban por qué se habría cerrado la caja y fueron a buscarla, pero…

¡había desaparecido! Desesperados, fueron a buscar al viejo sabio Obo, quien convocó una asamblea para explicar lo sucedido. Todos llegaron a la conclusión de que era necesario acudir a Ambros, un poderoso hechicero. Cinco musicatos se ofrecieron voluntarios para realizar este trepidante viaje en busca de la caja de música. Cargados con alforjas que los vecinos les llenaron de cosas, iniciaron su viaje.

Así fue como Güiro, Fiedel, Tambo, Viola y Mándola emprendieron su camino y llegaron a la Laguna Rota, un lugar habitado por los Gongos, unas bestias peludas y gigantes. Pararon a descansar un poco y, de repente, escucharon un ruido que venía de una de las alforjas. ¡Era Coda, la hermana pequeña de Mándola! ¿Qué hacía allí? ¡Se había metido en la bolsa sin permiso! Entonces Mándola decidió regresar a Langleik para poner a su hermana a salvo.

Un rato después de haberse marchado las dos hermanas, se escucharon gritos. ¿Eran Coda y Mándola las que gritaban? ¡Oh, no! ¿Las habrían atrapado los Gongos? Sin pensarlo dos veces, siguieron las huellas de los Gongos y llegaron a una cueva oscura y maloliente. De repente, aparecieron dos Gongos ante sus ojos. Uno de ellos sujetaba a Coda entre sus enormes manos. Los Gongos apresaron al resto de nuestros amigos y los llevaron al fondo de la cueva. Pero, cuando Los Musicatos, asustados, empezaron a gritar, los Gongos se tiraron al suelo, tapándose los oídos para no escuchar los gritos. Y así Los Musicatos salieron a correr y pudieron escapar de los Gongos.

Tras llevar horas y horas caminando, ya exhaustos, se toparon con un duendecillo vestido con un traje rojo y que no paraba de sonreír y de decir cosas sin sentido.

  • Jajajaja, jijijiji. ¡Y bien, y mal! ¡Tralarito, tralará!

  • ¡Cuidado! Es el duende de la locura. Si hacemos caso a lo que dice, nos volveremos locos.

Y así, siguieron caminando, hasta que llegaron a la Laguna Circonia. Iban discutiendo qué aspecto tendría el mago Ambros cuando, de repente, vieron un hermoso caballo blanco que se erguía ante ellos:

  • Yo soy Ambros. Acercaos.

  • ¿Un caballo? ¿Hemos venido hasta aquí para hablar con un caballo? Pues qué bien, oye -dijo Viola.

  • Ssssssssh. Cállate. Que te va a oír -le riñó Mándola.


  •  Los Musicatos le explicaron al gran mago por qué necesitaban su ayuda. Ambros les contó que había unos pájaros, llamados los Bebung, que no sabían cantar. Quizá ellos habían cogido la caja de música para aprender a hacerlo.

    Nuestros amigos siguieron caminando y llegaron a un oscuro bosque, donde vieron a un enorme pájaro multicolor posado en una rama.

    • ¿Eres un Bebung? -le preguntaron.

    • Sí, lo soy.

    • ¿Nos has robado la caja de música?

    • Vamos a ver. Si tuviésemos la caja, estaría abierta, porque cerrá no nos sirve de ná. Y si estuviera abierta… ¿no creéis vosotros que habría más luz por aquí?

    Desolados, Los Musicatos pensaron que no encontrarían jamás la caja de música y decidieron volver a casa.

    • ¿Y otra vez vamoz a pazar por la caza de los bichoz ezoz feoz? -dijo la pequeña Coda.

    Entonces, el pájaro se ofreció a guiarlos por un camino por el que no tendrían que volver a pasar por el territorio de los Gongos.

    Iban de regreso a casa cuando, de repente, una luz mágica los inundó. Provenía de un poblado humano. Al acercarse al poblado, comenzaron a escuchar una musiquilla familiar. ¡Era la caja! El Bebung salió volando hasta la habitación de donde venía el sonido y, justo cuando iba a coger la caja con sus patas, apareció un niño de unos siete años, llorando.

    • No me quites la caja. Es mía. La encontré un día que fui con mis papás al lago.

    • ¿Y por qué la cogiste?

    • Con ella ya no me siento solito.

    Los Musicatos sintieron pena del niño y no sabían qué hacer. De repente, el Bebung tuvo una idea.

    • ¿Cómo te llamas? -le preguntó al niño.

    • Me llamo Tino.

    • Y lo que quieres es tener amigos, ¿verdad, Tino?

    • Sí.

    • Pues enseñadnos a cantar -le dijo el pájaro a Los Musicatos- y así vendremos todos los días a cantarle a Tino.

    Los Musicatos estuvieron de acuerdo, y así recuperaron la caja de música. Tino no se volvió a sentir solo jamás y los Bebung aprendieron a cantar.

    Fin

  • Carteles- marcapáginas-plantillas flor, han tenido hoy su protagonismo. Previamente a la llegada de Isabel se ha llevado a cabo en cada una de las tutorías una lectura y trabajo minucioso sobre el libro.  Trabajos que formarán parte de la Feria de Plurilingüísmo en la que va a participar el CEIP "Nuestra Señora del Rosario" con  cartel digital y stand.

  • Booktrailar- Los musicatos (Y la caja de música)
   
 


MANIFIESTO DÍA DE LA LECTURA 2022


MANIFIESTO A FAVOR DE LA LECTURA 

DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO CENTRO ANDALUZ DE LAS LETRAS MANIFIESTO A FAVOR DE LA LECTURA

 ‘Enciende una luz’

 Hubo un tiempo, durante mi infancia, en que para mí, cada día, era el Día del Libro. No puedo entender a la niña que fui, ni a la mujer que soy, sin los libros, que son tan parte de mí como mis venas y los latidos de mi corazón. Libros con los que mi niñez construyó los peldaños de una escalera y los huecos de una ventana, mientras entonaba romances antiguos que me vinculaban, sin saberlo, con un ancestral y riquísimo venero. 

Los libros me permitían ascender hasta la luna de Verne, abrir el cofre del tesoro de Stevenson o imaginarme por un momento a la Jo de Mujercitas. Los cuentos de hadas, El Guerrero del Antifaz, Enyd Blyton, El Conde Lucanor, Los tres mosqueteros, las Leyendas de Bécquer, con el primer gozoso escalofrío de terror, la mitología clásica que abrió para mí un mundo insospechado.

El libro ha sido escalera, ventana, cofre, consuelo (¿cuántas veces ha llenado nuestras horas convalecientes? Y pienso en autores a quienes su salud obligó a guardar un largo reposo: Aleixandre, Ángel González…), pero también barco que ha posibilitado nuestras huidas y aventuras (y “ruega que tu camino sea largo”, nos enseñó Kavafis en su maravilloso “Ítaca”). También han sido, sin duda, faro, rayo de luz que alienta, incluso en la noche oscura del alma. 

En la Alejandría de la Antigüedad coexistieron paradójicamente la más inmensa de las bibliotecas -que hubiera hecho las delicias de Borges-, y un faro que fue considerado maravilla del mundo.

 El tiempo, la barbarie o el fanatismo arrasaron con ellos. Ojalá ahora, que volvemos a vivir tiempos convulsos, el libro pueda servir de faro o de consuelo. Y pienso -¡cómo no hacerlo!- en todas esas víctimas de la inicua guerra de Ucrania, arrancadas de sus vidas. 

A cuántas de ellas un libro podrá servir, al menos, de refugio o de faro ante tanta oscuridad. Y no quiero olvidar la amargura de ser mujer hoy en Afganistán, abandonado en manos de la cruel intolerancia, donde este curso se ha privado del acceso a los libros a las niñas mayores de doce años, haciendo realidad, un siglo después, lo que Lorca escribió en La casa de Bernarda Alba: “Nacer mujer es el mayor castigo”. Tampoco lo tuvo fácil, salvando todas las distancias, nuestra Cecilia Böhl de Faber, autora del año en 2022, a quien ser mujer y querer dedicarse a las letras en un siglo hostil como el XIX le costó, por de pronto, tener que proteger su identidad mediante un seudónimo. 

Pero la literatura puede salvar, y bien lo demuestra una obra de apogeo decimonónico, como Las mil y una noches, donde la inteligente Scherezade conquista literalmente su vida gracias a la narración de cuentos, gran parte de ellos procedentes de ese ancestral y riquísimo venero de la tradición y el folclore popular a que antes me refería. 

Ese venero, a cuyas aguas precisamente acudirá Fernán Caballero, y del que surgirá el más frondoso de los árboles. Por eso tú, que ahora atiendes mis palabras, abre un libro y bebe como si saciaras tu sed en una antigua fuente.

 Lee sus páginas y enciende una luz para intentar que el mundo sea un lugar un poco menos oscuro. 


Amelina Correa Ramón Catedrática de Literatura Española y escritora

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